viernes, 22 de septiembre de 2017

¿Qué pasó esta semana?

Artículo publicado en La República, domingo 17 de septiembre de 2017

Nadie se imaginó que el dialogante Presidente del Consejo de Ministros saliente, Fernando Zavala, tuviera la iniciativa de pedir un voto de confianza a raíz del anuncio de la presentación de una moción de censura en contra de la Ministra de Educación, desafiando a la mayoría fujimorista. ¿Por qué el cambio?

Del lado del gobierno, me parece que estamos ante una clara ilustración del principio de hacer de la necesidad virtud. Zavala estaba muy desgastado, y parecía imposible evitar la censura de Martens. Otras interpelaciones asomaban en el horizonte sin capacidad política de enfrentarlas. La popularidad del presidente y del gobierno en general estaban a la baja, y prácticamente se han quedado prácticamente sin bancada oficialista. La idea de la renovación en el gabinete estaba firmemente establecida en la agenda. La simple renovación era un camino, pero la prepotencia mostrada por el fujimorismo en la interpelación a Martens habría persuadido a los más “dialogantes” de que dejarla caer sin más implicaba someterse ya en exceso a los humores y los cálculos de la oposición.

Del lado del fujimorismo, la estrategia de aparecer como una oposición inflexible ante un gobierno impopular parecía una buena idea. Si bien en las encuestas la aprobación al Congreso cae junto a la del presidente, también la aprobación al desempeño de Keiko Fujimori se mantiene estable. Los altos niveles de desaprobación a la gestión de Martens sugerían que podrían capitalizar políticamente una censura, así que la hostilidad en la interpelación fue patente. Nuevamente del lado del gobierno, la opción seguida hasta ese momento, la del apaciguamiento, parecía incapaz de cambiar la esencia de la relación con la mayoría congresal. En este marco, el pedido de confianza resultó una salida inesperada: si igual varios ministros iban a salir, más temprano que tarde, incluyendo al propio Zavala, por qué no hacerlo caer, de modo de acercarnos al escenario de una segunda censura o negación de confianza, para así tener más a la mano el arma del cierre del Congreso y la recomposición del escenario.

El fujimorismo mordió el anzuelo con entusiasmo. En parte porque no quiso mostrar debilidad, en parte porque confía en que puede repetir un buen desempeño electoral, pero sobre todo, me parece, porque confía en que mediante diferentes técnicas de interpretación constitucional puede seguir acosando o censurando ministros individuales sin pisar el palito de censurar o negar la confianza al futuro Presidente del Consejo de Ministros. En extremo, si el gobierno no juega bien sus cartas, podría (ahora sí) jugar en serio la carta de la vacancia, si es que encuentran que la opinión pública respalda esa propuesta.

El saldo, hasta el momento, es una suerte de empate precario, costoso para ambos bandos ante la ciudadanía más despolitizada (otra vez los políticos peleándose) pero positiva para representar al antifujimorismo o al descontento callejero, respectivamente. Para el gobierno este empate tiene cierto sabor a triunfo, después de pasar por varias derrotas. El fujimorismo puede sentir que cedió un empate cuando parecía contar con un triunfo asegurado. El siguiente movimiento le corresponde al gobierno, el nombramiento del nuevo Consejo de Ministros. Me parece que el gobierno no debe perder de vista que su único sostén es la legitimidad ante la opinión pública, que ve la política con mucho más escepticismo que los activistas. Debe pensar en un gabinete que proyecte eficacia, técnica y política, y no buscar gratuitamente una confrontación en la que tiene también mucho que perder.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Fuego cruzado

Artículo publicado en La República, domingo 10 de septiembre de 2017

Tuve la paciencia de seguir buena parte de la sesión de interpelación a la ministra Martens. Los modales parlamentarios tradicionales se han prácticamente perdido, y la interpelación en gran medida queda reducida a su dimensión de puesta en escena. Por ello mientras la ministra habla y tiene la cámara encima los congresistas se ausentan. Cuando es el turno de los parlamentarios, se muestran ya sea flamígeros o reflexivos, según el estilo. Pero no se discuten argumentos, si no que se confrontan posiciones. El Frente Amplio y Nuevo Perú se presentan como defensores de los profesores maltratados y contrarios al modelo neoliberal, los fujimoristas como defensores de los pobres y excluídos, y como celosos fiscalizadores del gobierno. Del lado del gobierno y de otras bancadas están los argumentos, pero no la razón política, por así decirlo. El destino de la ministra se juega en la arena del cálculo político, no en el de la solvencia de sus respuestas al pliego interpelatorio. A esto se suman los adversarios de otras contiendas: los cuestionamientos al currículo nacional y al enfoque de género, entre muchos otros.

Será una lástima que el sector más importante del país pierda sucesivamente por censura dos ministros de gran calidad por consideraciones ajenas a su desempeño como tales. La caída de Saavedra es consecuencia de una demostración de fuerza del fujimorismo; la de Martens, si se da, es para correr la ola de una opinión pública en la cual la ministra termina asumiendo el pasivo del gobierno en general y de su caída en las encuestas. No es que deje de ser cierto que el gobierno ha mostrado graves falencias en el manejo de la huelga, o que la contundencia de la misma no sea consecuencia de problemas que se estuvieron incubando desde hace algún tiempo, lo que es responsabilidad del ministerio. Cierto es que, como se suele decir con insistencia en los últimos días, que era necesario “hacer política”: manejar mejor la negociación de la huelga, lograr presencia e influencia dentro del magisterio para legitimar la reforma magisterial. Cierto es también que dentro de las incongruencias del manejo gubernamental, incluso el Ministerio del Interior fue uno de los obstáculos más grandes para la ministra. El congresista Becerril recordó las declaraciones del viceministro de orden interno, Ricardo Valdés, verdaderamente infames y desleales, petardeando las negociaciones del ministerio de educación.

El tema es que, seamos honestos, esas capacidades no existen en nuestro país, ni existirán en el futuro cercano. Ningún grupo político, ni cercano al gobierno o en la oposición, tiene cuadros con experiencia política o competencias técnicas en número suficiente, ni presencia en el gremio magisterial. Si nuestra elite política fuese más madura, apostaría por fortalecer, mejorar, las capacidades del sector educación, que es lo único con lo que contamos para implementar cualquier iniciativa de cambio. Ello no se logra acosando a los ministros de turno, por supuesto. Lamentablemente, están primado los intereses de corto plazo.

De esta manera, si la ministra Martens termina siendo censurada, lo será como chivo expiatorio de culpas propias y ajenas, y víctima de un fuego cruzado, no solo del proveniente de las trincheras de los maestros en huelga y de la oposición, también del “fuego amigo” proveniente del propio gobierno. Hacia adelante, por supuesto, esperemos que el gobierno mantenga la convicción de seguir adelante con la política de reforma educativa, con las correcciones y ajustes que correspondan. Que quien venga relance, no claudique con la reforma.

lunes, 4 de septiembre de 2017

Desde las aulas

Artículo publicado en La República, domingo 3 de septiempre de 2017

Hoy que se discute sobre la capacitación y evaluación a los maestros por su desempeño en el aula, resulta muy útil leer Desde el aula: una aproximación a las prácticas pedagógicas del maestro peruano (Lima, Instituto de Estudios Peruanos, Documento de Trabajo n° 233, mayo de 2017), de Natalia González, Mariana Eguren y Carolina de Belaunde. El texto está basado en observaciones de maestros de primaria, en cuatro capitales de departamento; se observaron diecisiete aulas, diecisiete profesores, entre tercer y sexto grado de diez escuelas, cubriendo cinco áreas curriculares, 68 horas pedagógicas, durante el 2009. Se trata de escuelas públicas en zonas urbanas y urbano marginales con condiciones de funcionamiento superiores al promedio. No se puede generalizar desde estas observaciones, pero se pueden identificar situaciones típicas.

Las autoras notan en Piura un clima de aula respetuoso; hay participación de estudiantes, pero no espontánea; dificultades para orientar su comportamiento (niños juegan, se duermen); se pierde mucho tiempo en la organización del aula (20 a 40 minutos: saludo, toma de asistencia, preparación antes del inicio de actividades). En Arequipa las cosas están mejor, en tanto los docentes están más pendientes de lo que hacen los estudiantes. El tiempo de clase se destina a las actividades previstas, aunque no necesariamente haya motivación. En Huamanga se registran tendencias autoritarias, un trato vertical y jerárquico; la disciplina se obtiene a través de gritos, regaños y castigos físicos, los estudiantes parecen atentos más por temor que por interés. Se presta atención a los aspectos formales (errores ortográficos o decoraciones de los trabajos) por encima de los contenidos. Se dedica tiempo excesivo a “dinámicas de relajación”. En Iquitos hay mucha heterogeneidad; en general los alumnos no suelen seguir las clases, conversan, juegan entre ellos; se producen interrupciones constantes: profesores y estudiantes salen del aula, ingresan madres de familia o estudiantes de otras clases. Las distracciones impiden concretar tareas, aunque sean sencillas.

En cuanto a las prácticas de enseñanza, no parece haber grandes diferencias: “en ninguna de las cuatro ciudades (…) encontramos un ambiente de motivación hacia el aprendizaje en el cual se vea a los estudiantes interesados en las actividades que se realizan en clase”. El cuanto al uso de preguntas como herramienta de enseñanza, ellas las hace el docente, nunca los estudiantes, y se dirigen al grupo, no a estudiantes específicos; son cerradas y literales, suelen tener como respuesta sí o no. “Las preguntas no apuntan a la comprensión de procesos, al análisis, a la formulación de hipótesis o escenarios alternativos, al ejercicio de la creatividad o de la reflexión: se trata más bien de proporcionar un dato específico, un nombre, una fecha o una cifra que le permita al docente continuar en la dirección que desea”.

Una conclusión de las autoras es que “la introducción de nuevas prácticas entre los docentes es un tema crucial (…) y la forma en que ello se realice termina siendo determinante para que dichas prácticas sean adoptadas y usadas provechosamente por los maestros. Es más probable que los maestros no acepten los nuevos planteamientos (…) por diversas razones que pueden incluir el desacuerdo, la resistencia a dejar lo ya conocido, la desconfianza ante las bondades de las nuevas propuestas, y la preocupación por su autonomía y poder”. Por ello, “la introducción de nuevas políticas y sus correspondientes herramien¬tas (…) no puede hacerse de manera mecánica ni vertical”.